Friday, July 16, 2010

EL PROBLEMA NO ES EL GADGET ... ES LA GENTE

Me apropio, suscribo y transcribo completo, por claro, incisivo e ingenioso, un post de Jaime Bedoya de su blog Trigo Atómico y cuelgo el video que linkea, en el que el gran Seinfeld dice unas cuantas verdades.
APAGA ESO

TENIA EL MEJOR DE LOS CONCEPTOS de Canáda. Por su calidad de vida y la pureza agreste de sus bosques, factores a su favor que pesaban más que la inclemencia de su invierno. O peor aún, esto.

Pero ahora esta simpatía se ve amenazada por un detalle hasta ahora ignorado. Canadá es la cuna de ese artefacto llamado Blackberry. No es un simple celular. Es un dispositivo déspota, enajenador social que convierte al interlocutor en un genuflexo de mirada gacha y mente en cualquier otro lugar que no sea en el que esté. Estados Unidos, o los esquimales, deberían invadir Canadá ya mismo y fondear esos aparatos en las profundidades del ártico.

UNA EMPRESA CANADIENSE, Rim, lanzó el aparatejo en 1999, dirigido al nicho empresarial y ejecutivo. Hasta ahí todo bien, pues a fin de cuentas cada quien tiene el derecho a buscarse la profesión que le malogrará la vida. El potencial autodestructivo o rentable del Blackberry, según se quisiera ver, estaba en su capacidad de hacer portátil el correo electrónico, además de ofrecer una red de chat entre los usuarios del asunto mediante un pin. Nada de esto era gratis, pero venía con el aparato, lo que creaba la ilusión óptica – extraña en gente dedicada a los negocios- de que la empresa, tu jefe, o quien te diera el teléfono, te ofrecía también una propuesta irrechazable: llevar el trabajo a la casa, al auto, a la puja misma del baño, a esa falacia que se da en llamar las horas muertas. Que son las más vivas de todas pues son aquellas en las que no se trabaja para otra persona.

EL PROBLEMA SURGE cuando el rango de alcance del aparato desborda su nicho y llega a la gente común. La gente que tenía una vida fuera del trabajo, digamos. Es normal que la tecnología disponible esté más adelantada que sus protocolos de uso: es lo que pasa, por ejemplo, con las señoras que tienen una 4 x 4 con sunroof y faros neblineros para ir a Wong. Algo análogo pasó con el Blackberry y la gente normal. La posibilidad maniática de contestar todo –llamadas, correo, chat- simultáneamente y lo antes posible, como si de ese mensaje dependieran sus vidas, trasformó lo que debía ser una herramienta en un tirano a batería. El Blackberry se convirtió en Crackberry, por lo de la adicción al crack.

OBAMA Y CHAVEZ, distanciados por la ideología pero hermanados por el Blackberry, le han hecho un gran favor al aparato. Obama como candidato virtual supo aprovechar las redes sociales e internet para hacer de su popularidad un tema viral, pero su persona presentaba los síntomas visibles de la dependencia BB: caminaba mirando su pantalla, digitando maniáticamente como un jorobado pajero. Apenas llegó a la presidencia le prohibieron su uso por un tema de seguridad. Todo el correo que brotaba de su BB, así como su ilusoriamente privado chat, tenía que pasar por los servidores de la canadiense Research in Motion, exponiéndose a la intervención en el camino. El insistió, como todo adicto, y la empresa canadiense le modificó un aparato supuestamente inviolable. Hace unos meses un hacker francés manipuló la cuenta de Twitter de Obama. Ahorita llegan.

FIEL A SU ESTILO, CHAVEZ FUE AUN MAS PRIMARIO. En sus interminables programas periodísticos empezó a jactarse que él también tenía un Blackberry, cayendo manso en el juego wannabe del capitalismo que dice despreciar mientras le vende petróleo. Resultado, todos sus ministros también se consiguieron Blackberrys, poniéndose a discutir por el chat del BB los secretos del gobierno bolivariano. Un chiste caribeño. Además, gracias a la invaluable publicidad indirecta, la venta de Blackberrys se disparó en Venezuela: hay 800 mil de esos aparatos en ese país, un chat océanico de cónchale vales. Tal como el intercambio masivo de BB pins locales, para -entre otras cosas- dedicarse al decidor diálogo que empieza con dos sílabas: habla.O volviendo al ejemplo local, medio millón de señoras encendiendo la Land Rover para ir a la farmacia en busca de papel higiénico triple hoja, mínimo.

SEINFELD LO HA DICHO en veinte palabras. Hasta los canadienses tuvieron que hacer algo: una ministra impuso a sus empleados un apagón de Blackberrys entre las 7pm y las 7am, a fin que prosiguieran – o se consiguieran- una vida. Robin Dunbar, antropólogo ingles, lo ha dicho en una teoría: el número personas con el que uno puede mantener una relación social estable depende al tamaño del neocortex humano. Y ese número es de 150 personas. Lo demás es coleccionismo virtual. Y nostalgia del teléfono fijo, de dial, cuando si a uno no lo de daba la gana de contestar no lo hacía, aún sin saber de quién se trataba: un imbécil, o la lotería. Eso era tener personalidad.



Solo una corrección en el subtitulado, en la parte que dice "Digo, ¿qué tan grosero puede ser?", la traducción debería ser:"¿Acaso ya no sabemos lo que es la falta de respeto (o la descortesía)?" ("Do we even know what rudeness is anymore?").


1 Comments:

Blogger Unknown said...

Muy cierto!!!....

5:27 PM  

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